Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Cuántas maravillas has hecho, Señor, Dios mío, 
cuántos planes en favor nuestro; 
nadie se te puede comparar. 
Intento proclamarlas, decirlas, 
pero superan todo número.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, 
y, en cambio, me abriste el oído; 
no pides sacrificio expiatorio.
Entonces yo digo: «Aquí estoy 
-como está escrito en mi libro- 
para hacer tu voluntad.» 
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas.
He proclamado tu salvación 
ante la gran asamblea; 
no he cerrado los labios; Señor, tú lo sabes.
No me he guardado en el pecho tu defensa, 
he contado tu fidelidad y tu salvación, 
no he negado tu misericordia 
y tu lealtad ante la gran asamblea.
Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.