Señor, te damos gracias porque, al hacerte humano, asumiste la historia de tu pueblo, la historia de la humanidad, una historia cuajada de nombres, nombres de héroes y miserables, de prostitutas y de santas, de gente ni muy buena ni muy mala, como yo.
Gracias por amarnos, gracias por dar la vida por nosotros, con nuestras luces y sombras, con nuestras coherencias y contradicciones.
Jesús, tú nos enseñas a seguir este camino de la Encarnación. Contigo podemos amar historias heridas: la historia de nuestro pueblo y de nuestra iglesia, la historia de nuestra familia y de nuestro grupo de fe.
Danos tu Espíritu para acercarnos, amar, servir y entregarnos a nuestros prójimos; a fin de que nuestra historia se acerque más a Ti, a la corriente de amor y perdón que brota de tu corazón. Amén.