martes, 22 de septiembre de 2015

Bienaventurado

Bienaventurado el que goza del don de la fe,
porque nunca conocerá las tinieblas sin fin.

Bienaventurado aquél a quien el Espíritu del Señor
le concede el poder de llorar su mal,
porque sus lagrimas lo purifican.

Bienaventurado el que hace de su vida una entrega
porque su labor diaria le acerca al Creador.

Bienaventurado el hombre de espíritu sencillo,
porque no conocerá el temor que acobarda,
ni la vergüenza que retiene.

Bienaventurado el que intuye a Dios
en la presencia de las personas y las cosas,
porque ya goza de El en esta vida,
de manera anticipada.

Bienaventurado aquél que vive la existencia como peregrino
y no se instala en ella, antes, a la luz de la fe,
camina en busca de la patria mejor,
porque ésta será definitiva y verdadera.

Bienaventurado el hombre que no ve la muerte
como enemiga sino como hermana,
pues ésta le abre las puertas del Reino
y acelera el "encuentro" con Aquel que ama.

"El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
ese recibirá la bendición del Señor"