domingo, 13 de septiembre de 2015

Díscipulo misionero

Aquí me tienes, Señor,
aprendiendo a vivir en tu casa
y dejando que tu mensaje cale
a pesar de tantas contradicciones.

No soy mucho,
ni valgo
ni tengo mucho.
Soy un simple servidor tuyo
que duda a cada paso
y arriesga poco
porque su fe es tan pequeña
que no llega al tamaño
de una semilla de mostaza.
Aquí me tienes, Señor.

Quiero aprender a vivir en tu casa.
Pero aumenta mi fe,
que es bien débil;
y mi amor a todos,
que sigue siendo torpe;
y mi esperanza niña,
con tantas promesas,
cuida, corrige y eleva.
Aquí me tienes, Señor.

Quiero que tu mensaje me cale.
Árame, si es necesario o te place,
y siembra en mí, como sabes,
tu proyecto de hermandad,
tu respeto a los pequeños,
tu perdón al ser ofendido,
tu servicio siempre gratuito...
¡semillas de buenas nuevas
que no se desarraiguen!
Aquí me tienes, Señor.

Cuenta conmigo,
aunque haya silencios o estallidos,
olvidos y guerras secretas,
rebeliones y promesas rotas...

Creo en la alegría de servir.
Creo en la grandeza de la pequeñez.
Creo en quien dignifica al otro con su hacer.
Creo en la fuerza de la fe,
porque es don de balde y sin cargo.
Creo en Ti,
y creo un poco... en mí,
aunque sea siervo y discípulo inútil.
Aquí me tienes, Señor.

Aquí me tienes.
Aquí me tienes...
para servir tu mensaje y comida
en estos lares,
a los que Tú más quieres,
como me enseñes,
mi Maestro y Señor,
ahora y siempre.

Florentino Ulibarri