martes, 22 de septiembre de 2015

Hijo pródigo

Cada mañana me regalas una parte de tu herencia
y pones en mis manos la libertad más grande,
aunque pueda alejarme de ti.

Cada mañana sales al balcón
y vigilas el horizonte
para ver si vuelvo.



Cada mañana bajas saltando las escaleras
y echas a correr por el campo
cuando me adivinas a lo lejos.

Cada mañana me cortas la palabra,
te abalanzas sobre mí
y me rodeas con un abrazo redondo
el cuerpo entero.

Cada mañana organizas una fiesta por mí
y por cada hermano que vuelve a tu Casa,
porque tu alegría es más grande que tu corazón.

Cada mañana me dices al oído
con voz de primavera:
hoy puedes empezar de nuevo.