Señor, en Ti está la fuente que apaga nuestra sed.
Tu fuente no se agota
y mana con desmesura el amor que necesitamos.
Que no nos separemos nunca de Ti.
Enséñanos a aprender de las personas sencillas,
a las que enriqueces con una fe tan viva,
que creen, palpan, saborean el pan de vida.
Porque son tan sencillos de fe, que Tú derramas en ellos
el tesoro que no puede acoger la soberbia de sabios y ricos.
Señor, haz que nuestra vida deba a los pobres,
pues ellos son tus predilectos.
Tú, Señor, amas de una forma especial a los pobres,
y también a los amigos de los pobres.
El servicio al pobre nos conduce a Ti en derechura.
Que los pobres sean nuestros amos y señores,
y nosotros indignos siervos suyos.
Que sepamos cuidarlos en todas sus necesidades,
pues no estamos solamente para atender sus cuerpos
sino para ayudarles a ser felices
y a encontrarse contigo.
¡Qué sintamos, Señor, la alegría de verte y servirte
en nuestros hermanos más pequeños y pobres!
Compuesta a partir de pensamientos del santo