Quítame el pan, si quieres;
quítame el agua, el aire,
el sol, las nubes, los caminos
y hasta las estaciones, si quieres;
pero no me quites la risa.
Quítame el sueño, si quieres;
quítame las flores, los frutos,
la voz, los espejos, los proyectos
y hasta las vacaciones, si quieres;
pero no me quites la risa.
Porque sin risa todo sabe a nada,
la vida se encuentra desnuda de gracia,
yo no sé cómo comunicarme ni qué ofrecerte,
y tú no logras entenderme.
Déjame la risa, Señor, para gozarte y ofrecerme.