Estás en el corazón de todo lo creado
proclamando tu mensaje de vida.
En las cosas que duermen
y en las que despiertan
y cantan,
silban,
gimen,
acarician
o golpean.
En los seres cuando hablan
y en su silencio que nos sobresalta:
en el jadeo de los que sufren,
en el diálogo de los que aman,
en la risa de quienes viven
y en el grito de quienes no tienen palabra.
Estás en todas partes
y a cualquier hora.
Hablas en el susurro callado
de la historia más cotidiana.
¡Tantas veces te he dicho que hables,
que digas, que hagas algo!
Y estás hablando siempre,
sobre todo cuando yo callo,
y miro y observo y contemplo...
Tú, Espíritu, lo llenas todo
y yo sólo veo apariencias,
cuando no obstáculos.
Haznos sensibles a tu voz,
a tus susurros y tus gemidos,
a tu risa y tu clamor,
para que podamos descubrir
tu rostro, tus manos, tu palabra,
aquí, en nuestra vida cotidiana
que tú sostienes y recreas cada día.
Florentino Ulibarri