Eterno Señor de todas las cosas,
siento tu mirada puesta en mí.
Sé que tu Madre está aquí cerca
y que, en torno a ti, hay una multitud
de hombres y mujeres buenos, de mártires y santos.
Si tú me ayudas, quisiera ofrecerme a ti:
es mi determinación más firme y mi deseo.
Si Tú me ayudas, quisiera proceder
en este mundo como tú procediste.
Sé que viviste en una pequeña aldea,
sin comodidades, sin educación especial.
Sé que rechazaste el poder político.
Sé lo mucho que sufriste:
las autoridades te rechazaron,
los amigos te abandonaron.
Pero, para mí, es algo maravilloso... un regalo
que me invites a seguirte de cerca.
Adaptación de una plegaria de San Ignacio de Loiola