domingo, 1 de mayo de 2016

Refugio de mi vida

Te alabo, mi Dios y salvador; te doy gracias, Dios de mi padre.

Contaré tu fama, refugio de mi vida, porque me has salvado de la muerte, detuviste mi cuerpo ante la fosa, libraste mis pies de la garra del Abismo, me salvaste del látigo de la lengua calumniosa y de los labios que se pervierten con la mentira, estuviste conmigo frente a mis rivales, me auxiliaste con tu gran misericordia del lazo de los que acechaban mi traspié, del poder de los que me persiguen a muerte, me salvaste de múltiples peligros, del cerco apretado de las llamas, del incendio de un fuego que no ardía, del vientre de un océano sin agua, de labios mentirosos e insinceros, de las flechas de una lengua traidora.

Cuando estaba ya para morir, y casi en lo profundo del Abismo, me volvía a todas partes y nadie me auxiliaba, buscaba un protector y no lo había, recordé la compasión del Señor y su misericordia eterna, que libra a los que se acogen a él y los rescata de todo mal.

Eclesiástico 51, 1-8