Ven, Señor Jesús.
A nuestro mundo,
a poner paz en la guerra,
palabra en la confusión,
serenidad en tanta tormenta.
Ven, Señor, ven.
A poner luz en las grutas de dentro,
a ser agua viva donde la sed es más fuerte.
Hazte arrullo que aquiete nuestras incertidumbres,
grito que sacuda nuestra tibieza.
Ven, ven cada día. No te canses de venir,
a habitar nuestro barro, a avivar una hoguera
que ha de calentar la noche, disipar el frío,
congregando alrededor a una muchedumbre
hambrienta de encuentro y fiesta.
Ven, y si ves que no te esperamos,
que andamos despistados,
afanados en otras empresas,
insiste, grita más fuerte,
vence nuestra sordera.
Tú no desistes. Y vienes.
Una vez más. A sanar la tierra.