Tú, que no quieres en modo alguno
ser amado contra lo creado,
sino glorificado a través de la creación,
danos, hoy y cada día:
La atención a lo real
en su riqueza y en su complejidad.
El coraje humilde para decidir y actuar
sin tener garantizado el acierto y, menos aún, el éxito.
La paciencia para lo que sólo germina a largo plazo,
para lo que no está en nuestras manos acelerar.
Un vivir reconciliado con nuestro cuerpo
imprevisible, vulnerable, amable.
El trabajo con su gozo y su fatiga,
y el sufrimiento por quienes no pueden trabajar.
Una apertura sin defensas
a la presencia de los otros
que nos visitan muy dentro
si dejamos que entren con su irreductible diversidad.
Sólo así entenderemos tu encarnación.
Sólo así podremos vivir encarnados.