Visita los valles y rincones de tu corazón
y te toparás con manantiales de vida, de justicia y solidaridad,
de verdad, paz y alegría.
Es mi Espíritu que desde siempre puse en ti.
Repara en la vida de tu familia
-cercana y lejana, rota y unida, en éste y aquél-:
descubrirás huellas de corazones entregados
y hermanos que quieren ser hermanos.
Es mi Espíritu que desde siempre puse en vosotros.
Observa el caminar de tu pueblo, a veces triste y lento, otras alegre y ligero,
con proyectos, planes y sueños, abriendo camino o sólo senderos.
Es mi Espíritu que alienta vuestro aliento.
Mira a la Iglesia, mírala sin recelo.
Sé sus males, sus yerros y traiciones; también tus dudas, críticas y dificultades.
Pero bajo su aspecto pesado, seco y polvoriento
brota la vida, es oasis y centinela, tiene entrañas y profetas.
Es mi Espíritu vivo en sus arterias viejas.
Extiende tu mirada por el ancho mundo, más allá de tu casa, pueblo y patria.
Fíjate en los esforzados del querer solidario,
en los que luchan para que otros alcancen lo suyo.
Es mi Espíritu valiente en corazones liberados.
Llégate a los lugares más olvidados de la primavera y los sueños humanos.
¡Todavía no conoces los mejores secretos!
Limpia tus ojos para ver lo que allí crece.
Es mi Espíritu que florece a la sombra de los pobres.
Observa, ve y aprende; contempla, agradece y canta;
ábrete, goza y déjate llevar por mi Espíritu
-soplo, brisa, huracán, aire- que has recibido gratis.
Es mi Espíritu
Florentino Ulibarri