viernes, 24 de marzo de 2023

Que sepa ayunar

Señor Jesús, enséñanos la necesidad y el significado del ayuno.
 
Que sentir hambre un día, voluntariamente, me haga acercarme a quienes sufren hambre todos los días, obligatoriamente; a quienes no tienen lo necesario para vivir con dignidad. Que sepa compartir con estas personas tiempo, cariño, dinero, angustias, esperanzas y esfuerzos para que puedan salir de su dolorosa situación.
 
Que el ayuno de comida, que depura el cuerpo de tantas toxinas, me ayude a sentir la necesitad de purificar el corazón; ayunando de malos pensamientos, resentimientos, indiferencia, deseos inútiles de tener más cosas, más reconocimiento y más poder; de todo lo que me separe del amor a Ti y a los hermanos.
 
Que sentir hambre de comida me permita darme cuenta de otras hambres más hondas, que a veces descuido: el hambre de esperanza, de justicia, de amor… Enséñame a alimentar estas hambres en la oración, en el encuentro con los hermanos y hermanas que comparten fe y compromiso, en la lectura de textos que animen el corazón, en la contemplación de la creación…
 
Que sepa ayunar, Jesús, como Tú y contigo.

Padezco enfermedad, cúrame

Señor, yo también padezco enfermedad, aunque no me guste reconocerlo.
Oigo mal, apenas escucho a quienes me incomodan.
El individualismo y la indiferencia han encogido mi corazón.
Mis pies son torpes para acercarme a quien me necesita.
Mis manos no se abren con facilidad para acariciar y compartir.
La catarata del pesimismo no me deja ver la belleza del mundo.
Mi piel se ha convertido en una barrera más que en zona de encuentro.
Mi cabeza pretende convencerme de que soy justo y no pecador.
Me quema la fiebre de tener ya todo lo que me apetece.
… …
Pero no todo está perdido, Señor. Tus palabras me consuelan:
"No necesitan médico los sanos, sino los enfermos".
No has venido a llamar a los justos, sino a los pecadores,
Estás con nosotros para que nos convirtamos, para que crezcamos.
Has pronunciado mi nombre y has dicho: “Sígueme”.
Confío en ti, Señor; pongo mi vida en tus manos. Contigo iré.

Cura nuestra indiferencia

Señor Jesús, tú estás presente en las personas que sufren hambre de pan y sed de dignidad, en tantos hombres y mujeres que no encuentran acogida en nuestras fronteras y en nuestros corazones, en quienes sufren la falta de salud, de paz o de libertad. Que sepamos descubrirte y servirte en cada persona necesitada. 

Señor, perdona y cura nuestra indiferencia y egoísmo; para que, como Tú y Contigo, también nosotros sintamos como nuestros los sufrimientos de quienes padecen, compartamos sus esperanzas y nos alegremos con sus pequeños y grandes triunfos. Amén.

Exijo demasiado

Sí, Señor, también yo exijo demasiado,
para creer en Ti, para confiar en las personas,
para cambiar mi forma de vivir.
Quiero seguridades, no quiero arriesgar.
 
Dame, Señor, un corazón y unos ojos nuevos
para apreciar y agradecer los milagros de cada día:
despertar, ver, abrazar, trabajar, rezar, vivir…
para descubrir las maravillas que haces en tantas personas,
dispuestas a amar sin cálculos egoístas.
para intuir tu acción en la historia del mundo,
trabajando por la fraternidad de todos tus hijos e hijas.
 
Danos la fuerza de tu Espíritu para ver y agradecer,
para que no pase esta Cuaresma sin habernos convertido un poco más a Ti.

Fácil de entender

Señor, ayúdame a poner en práctica esta norma,
tan fácil de entender como, a veces, difícil de vivir.
 
Si quiero que me traten con dignidad,
que yo respete a todos, a quienes estén arriba y abajo.
 
Si yo quiero ser corregido con cariño de mis fallos,
que yo corrija buscando el mejor momento y las mejores palabras.
 
Si me hace daño que me pidan lo que no puedo dar,
que no exija a nadie demasiado.
 
Si me gusta que las personas queridas estén pendientes de mí,
que no me encierre en la burbuja de mis intereses.
 
Si respiro cuando me perdonan y me dan una nueva oportunidad,
que sepa comprender y no dé a nadie por perdido.
 
En fin, Señor, que trate a los demás como yo quisiera ser tratado.
Mejor aún: que trate a los demás como Tú nos tratas a nosotros.
Amén.

Incondicional

Gracias, Señor, por los padres que aman a sus hijos, a pesar de que los hacen sufrir cuando no les consienten sus caprichos.
Gracias por las mujeres que siguen buscando el bien de sus parejas, a pesar de que han tenido que separarse, para que no les hicieran más daño.
Gracias por los amigos que siguen ayudando al compañero que se pone desagradable o incluso violento cuando bebe.
Gracias, por tantas mujeres y hombres buenos que, cuando no pueden hacer nada por ayudar a cambiar a una persona, rezan por ella.
Gracias por enseñarme, a través de tanta gente excepcional, que amar no es consentirlo todo, sino buscar siempre el bien del otro.
 
En fin, Señor, gracias por tu amor incondicional y por quienes me aman, a pesar de haberles hecho daño, sin querer o queriendo.
Que también yo sepa amar a mis enemigos y rezar por quienes me persiguen; como Tú y Contigo, Señor, porque solo no puedo.
Amén.

Pequeños y necesitados

Somos tan pequeños y necesitados
nos cuesta tanto dejarnos amar gratuitamente,
que vamos mendigando aplausos,
nos gusta que nos den un trato de favor,
y que reconozcan lo “mucho que valemos”.
 
Señor, cura mi orgullo y prepotencia,
dame un corazón sensato y humilde,
que no vaya mendigando lo que Tú me das gratis,
que sepa reconocer mis virtudes y defectos
y sepa aprender de Ti y de cada persona.
Amén.

Nos diste un corazón inconformista

Padre bueno, tú nos diste un corazón inconformista,
que siempre siente sed de una vida más plena.
La sed nos estimula, nos pone en marcha,
y buscamos nuevas fuentes, nuevas experiencias.
Algunas tienen buen sabor, pero nos dejan vacíos.
Otras en cambio llenan nuestro corazón de alegría.
 
Pero nuestro corazón siempre quiere un poco más.
Nos has hecho, Señor, para ti
y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti.
Nos hiciste el corazón a tu medida
y llenarlo sólo puede tu presencia.
Mi alma está sedienta de ti, Dios mío.
 
Gracias por esta sed que nos permite superarnos.
Gracias por ser la fuente que calma nuestra sed más honda.
Gracias por ser la fuente del amor más grande y gratuito.
Gracias.

Digo que eres amor y no me dejo amar

Digo que eres manantial y no vengo a beber.
Digo que eres suave brisa y no abro mis ventanas.
Digo que eres luz y sigo entre tinieblas.
 
Digo que eres música y no canto ni bailo.
Digo que eres fuego y no acudo para calentarme.
Digo que eres fuerza divina y no me apoyo en ti.
 
Digo que eres consolador y no te cuento mis penas.
Digo que eres don y no te abro mis manos.
Digo que eres paz y no pacifico contigo.
 
Digo que eres viento recio y sigo sin moverme.
Digo que eres defensor de los pobres y me aparto de ellos.
Digo que eres libertad y no te dejo que me liberes.
Digo que eres océano y no quiero sumergirme en ti.
 
Digo que eres sabiduría y no quiero aprender.
Digo que eres seductor y no me dejo cautivar por tu Evangelio.
Digo que eres médico y no te llamo para curarme.
 
Digo que eres huésped y no quiero que entres.
Digo que eres fresca sombra y no me cobijo bajo tus alas.
Digo que eres amor y no me dejo amar.
 
Florentino Ulibarri (adaptación)

Amenazados de vida

Dicen que estoy "amenazado de muerte".
Es una advertencia para intimidarme,
meterme miedo en el alma y en el cuerpo
y dejar que todo siga el curso
que beneficia a los de siempre.
Sea lo que fuere, estoy tranquilo
porque, si me matan, no me quitan la vida.
Me sembrarán contigo
y granaré
desbordando sueños.
 
Los cristianos no estamos
amenazados de muerte.
Estamos "amenazados de vida".
Porque Tú eres la vida,
aunque estés crucificado
en la cumbre del basurero del Mundo,
o enterrado en arrabales, suburbios y favelas.
 
Ni yo ni nadie estamos amenazados de muerte.
¡Estamos amenazados de vida,
de esperanza, de amor...!
Porque tu hora, Señor, ha llegado,
y recorres nuestro mundo
como río de agua viva.

Florentino Ulibarri

Corazón y mirada limpios

Danos un corazón y una mirada limpios,
para reconocer los signos de tu presencia,
en medio de las alegrías y tristezas de la vida.

En el sufrimiento indecible de tantas personas,
¡cuántas almas buenas las acompañan!
Allí crece tu Reino, Señor.

En nuestros fracasos personales o comunitarios,
Tú nos ayudas a ser más humildes y a confiar más en Ti.
Allí crece tu Reino, Señor.

En tantas desgracias que afectan a pueblos enteros,
¡cuántas personas se juegan la vida por los demás!
Allí crece tu Reino, Señor.

En el amor y el apoyo de la familia, de los amigos,
¡Tú vas tejiendo redes de fraternidad y solidaridad!
Allí crece tu Reino, Señor.

En la palabra de muchos profetas que denuncian y animan,
¡Tú vas tocando mi corazón y el de tanta gente!
Allí crece tu Reino, Señor.

En mi corazón, en mi familia, en mi comunidad, en el mundo,
allí crece tu Reino, Señor.
Danos un una mirada limpia para reconocerlo. Amén.

Dejarme iluminar

También yo, Señor, padezco ceguera. A veces no veo ni mis errores ni mis talentos, no acierto a descubrir qué me está ayudando y qué me está hundiendo, confundo las apariencias con la realidad, no veo cuál es el camino a tomar y el futuro se me antoja cargado de nubarrones; tampoco percibo con claridad tu presencia en mi vida y en la historia del mundo.
 
Señor, me pongo en tus manos, confiadamente, como el ciego del Evangelio. Necesito acoger tu luz, tu amor, tu fuerza sanadora, como tantas personas que se encontraron contigo. Yo soy Nicodemo y la Samaritana, el endemoniado de Cafarnaún y el paralítico, la pecadora perdonada y la hemorroisa, la hija de Jairo y el ciego de Jericó, Zaqueo y Lázaro; el ladrón y Pedro.
 
Que sepa dejarme iluminar como san José. Aunque estaba confundido y angustiado por el embarazo incomprensible de María, no tomó decisiones “en caliente”. Esperó a que Tú le ayudaras a ver con claridad. Y cuando recibió la luz del cielo acogió a María sin reservas.
Señor, ilumina nuestro camino, el camino de nuestras familias y comunidades. Danos un corazón abierto a tu luz. Amén.