Llegas,
y avivas
el hambre de Dios,
de verdad, de hermano,
de justicia,
de vida.
Llegas
y sanas
heridas añejas
y tristezas nuevas.
Llegas,
amas
mi pobreza,
mi ayer entero,
el ahora en su calma
y su tormenta,
el mañana posible.
Llegas
y conviertes
el sollozo en fiesta
la muralla en puerta
la nada en poema.
Llegas
cargado de Ti, y de otros…
Palabra con mil promesas
humanas, eternas…
Llegas,
despiertas el amor dormido
y te quedas.
(José María R. Olaizola, sj)