Señor, Tú diste tu vida para construir el Reino,
para que todas las personas podamos sentirnos amadas
y nos amemos y ayudemos mutuamente, como hermanas.
A lo largo de la historia, tu Reino de fraternidad ha ido creciendo,
gracias a tantos hombres y mujeres que han dado su vida,
como Tú y Contigo.
Pero también es cierto que el Reino de Dios padece violencia:
la humanidad se deshumaniza, crece la indiferencia,
los avances técnicos y médicos llegan sólo a unos pocos,
se modifican con sutileza las formas de dominio…
Señor, no permitas que nos quedemos quietos.
Que nos comprometamos en el cuidado de los más vulnerables,
sembremos amor, verdad y esperanza a manos llenas,
y denunciemos toda forma de esclavitud y violencia,
como Tú y Contigo. Amén.