Tú me recuerdas cómo sales a mi encuentro
siempre que estoy perdido, siempre que me alejo de ti.
Tú conoces mi desvalimiento, mi pequeñez, mi inconstancia,
mis incoherencias y errores, y con ellos me quieres, Señor.
Tú sabes bien, Señor,
qué es lo que me distrae de ti,
lo que me hace mediocre.
Pero Tú, Señor, vienes a salvarme, me rescatas como oveja perdida
y me metes en tu redil, que es donde están las fuentes de la Vida.
Tú te las arreglas, Señor,
aunque yo me aleje,
para que viva mi historia junto a ti.
Gracias, Señor, no puedo más que cantar tus maravillas
y agradecer tus desvelos.
Yo soy del todo tuyo, Dios mío.
Mari Patxi Ayerra y Álvaro Ginel