Señor Jesús, gracias porque no te cansas de sembrar;
porque llamas a tantos hombres y mujeres, ciudadanos del Reino,
que siembran su trabajo y su amor en el surco del mundo.
Gracias por invitarme a ser sembrador y buena semilla.
Ayúdanos a descubrir las semillas de cizaña, de discordia,
sembradas en los corazones, las familias, la Iglesia y la sociedad;
para no acogerlas, ni abonarlas, ni difundirlas ni sembrarlas.
Perdóname, porque yo también he sembrado cizaña.
Gracias por asegurarnos que al final brillará el bien y la bondad.
Ayúdanos a mantener y a comunicar esta esperanza al mundo.