Señor, ¡Cuántas veces me quejo de mi vida rutinaria!
Y Tú me sugieres cada día nuevos caminos:
con la sonrisa de un niño o la mirada de un anciano,
cuando se me encoge el corazón ante una injusticia,
ante un imprevisto, agradable o desagradable,
a través de un sueño, una intuición o un enamoramiento,
en el silencio de la oración y en la escucha de tu Palabra,
en una palabra de ánimo o en una experiencia de fracaso,
en esos deseos que superan la criba del tiempo…
Me quejo de mi vida rutinaria y con pocos alicientes,
pero también me quejo cuando me sacas de la rutina.
Dame un corazón sabio y prudente, como a San José.
que no se paralice cuando irrumpe el dolor y la duda,
que se dé tiempo para ver claro e intuir tus caminos,
que se entregue decididamente a la misión que me confías.
Amén.