Señor Jesús, al retomar las actividades habituales, me pregunto: ¿cómo harías tú las labores que hoy me esperan?, ¿cómo tratarías a las personas con las que me voy a encontrar? ¿qué mensaje les transmitirías? Hago silencio, para poder escucharte...
El Evangelio de hoy da respuesta a mis interrogantes: Tu anunciabas el evangelio del reino y curabas toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Hago silencio, para contemplarte, hablando del amor de Dios, acercándote a las personas, abrazando, mirando con ternura, curando...
Que mi corazón esté pendiente de mis prójimos, y mis palabras y obras de hoy transmitan ternura y esperanza. Como tú y contigo, Jesús.
Gracias por hacerme ver dónde estás, por empujarme a ocuparme de mis hermanas y hermanos, a pesar de mi pereza, de mis excusas. Gracias por tantas personas que sí están allí, contigo, donde más se precisa tu consuelo. Gracias, de corazón. Amén.