Señor Jesús, a veces soy como los fariseos:
no me acerco, ni amo, ni ayudo a quienes necesitan ayuda.
Para justificarme, culpo de su propio mal al que sufre
y busco mil argumentos para criticar a quien se compromete.
Gracias por tantas personas de buen corazón,
que acuden donde hay dolor, enfermedad, pobreza, tristeza…
que curan la soledad, la rabia, la angustia, la desesperanza…
y levantan a quienes no se creían capaces de ponerse en pie.
Ayúdame a descubrir a los que sufren y a acudir a su encuentro
Soy débil y torpe, pero contigo y con tu fuerza, podré verlos y amarlos.