domingo, 1 de noviembre de 2020

¡Te admiro, me emocionas, me enamoras!

Jesús, ¡te admiro! ¡me emocionas! ¡me enamoras!

Te admiro al verte naciendo de María en un establo, trabajando como artesano durante décadas, esperando el bautismo de Juan en el Jordán «como uno de tantos», sintiendo compasión y alimentando a quienes tienen hambre de pan, justicia y esperanza, de comprensión y dignidad, de perdón y amor.

Me emociona cuando llamas Abbá (papá) a Dios; al verte bendiciendo y partiendo el pan, lavando los pies a tus discípulos como una madre o un esclavo, sudando sangre ante el acecho del mal y, finalmente, muriendo en la cruz para mostrar un amor más fuerte que el egoísmo y la muerte.

Me enamora, Jesús Resucitado, que cuentes conmigo; que me invites a trabajar y a compartir fatigas y alegrías contigo. Me emociona que me llames y motives una y otra vez, con delicadeza, sin forzarme ni amenazarme nunca.

Jesús, ¡te admiro! ¡me emocionas! ¡me enamoras! Y aun así, a veces me alejo, cuando otros caprichos me ganan la partida, cuando percibo más tu exigencia y menos tu caricia, cuando me aíslo de todos, incluso de Ti… Me alejo, porque me da vergüenza sentirme tan amado por ti y tan desagradecido contigo.

Por eso, Señor, te pido: ¡Atráeme hacia Ti! ¡Sedúceme de nuevo! ¡Enamórame!