Jesús, ¡te admiro! ¡me emocionas! ¡me enamoras!
Te admiro al verte naciendo de María en un establo, trabajando como artesano durante décadas, esperando el bautismo de Juan en el Jordán «como uno de tantos», sintiendo compasión y alimentando a quienes tienen hambre de pan, justicia y esperanza, de comprensión y dignidad, de perdón y amor.
Me emociona cuando llamas Abbá (papá) a Dios; al verte bendiciendo y partiendo el pan, lavando los pies a tus discípulos como una madre o un esclavo, sudando sangre ante el acecho del mal y, finalmente, muriendo en la cruz para mostrar un amor más fuerte que el egoísmo y la muerte.
Me enamora, Jesús Resucitado, que cuentes conmigo; que me invites a trabajar y a compartir fatigas y alegrías contigo. Me emociona que me llames y motives una y otra vez, con delicadeza, sin forzarme ni amenazarme nunca.
Jesús, ¡te admiro! ¡me emocionas! ¡me enamoras! Y aun así, a veces me alejo, cuando otros caprichos me ganan la partida, cuando percibo más tu exigencia y menos tu caricia, cuando me aíslo de todos, incluso de Ti… Me alejo, porque me da vergüenza sentirme tan amado por ti y tan desagradecido contigo.
Por eso, Señor, te pido: ¡Atráeme hacia Ti! ¡Sedúceme de nuevo! ¡Enamórame!