Señor Jesús, esta pandemia nos asusta. A veces incluso nos produce pánico. Nos preguntamos: ¿cuándo pasará? , ¿me contagiaré?, ¿cuántos seres queridos se van a quedar en el camino?, ¿cuánta pobreza y dolor va a generar?
Nos creíamos fuertes, seguros, casi invencibles… Nuestra fe en la ciencia nos hacía permanecer tranquilos. Y ahora nos sentimos vulnerables, impotentes, desarmados... como niños pequeños, alejados de sus padres.
En estos momentos de inquietud, tu palabra resuena en nuestros corazones: ¡No tengáis pánico! Señor, ayúdanos a aceptar nuestra pequeñez y a confiar en Ti; a recordar que después de cada tormenta llega la calma y tras la muerte, la vida eterna; a transmitir esta confianza y esta esperanza. Amén.