domingo, 1 de noviembre de 2020

Dios y las desgracias

Padre bueno, esta epidemia o cualquier otra desgracia no es un castigo tuyo.
Tú eres el Bien, sin mezcla de mal, y la fuente de todo bien.
Tú te dedicas a perdonar, a salvar, a resucitar…
Tú haces salir tu sol sobre malos y buenos
y haces caer tu lluvia sobre justos e injustos.

Señor Jesús, en los momentos de dolor,
nos invitas a contemplar tus llagas gloriosas,
a mirar más allá del sufrimiento y la cruz,
a descubrirte resucitado, vivo y dando vida,
espabilando la llama vacilante de nuestro amor,
guiando nuestra mirada hacia quienes nos necesitan,
mostrándonos nuevas formas de hospitalidad y fraternidad,
suscitando el deseo de cuidarnos mutuamente, sin exclusiones,
liberando del miedo a quienes se juegan la salud y la vida,
descubriéndonos tu presencia en nuestro corazón,
abriéndonos a una esperanza más allá del dolor y la muerte,
despertando el deseo de una vida plena, de una vida eterna.