Señor, dame un corazón sensible,
que considere propios los éxitos de los demás,
que comparta tu alegría de buen padre.
Tú nos invitas a gozar contigo,
cuando un hijo se arrepiente y pide perdón,
cuando vuelve a casa una hija perdida,
cuando nuestra solidaridad se abre a los pobres,
cuando nos dejamos abrazar y besar por ti,
cuando defendemos a los más pequeños, tus preferidos,
cuando salimos a los caminos a buscar hermanos perdidos,
cuando nos sentamos a la mesa de la fraternidad.
Danos un corazón sensible, Señor.