Demasiados intereses nos ocupan.
Dedicamos poco tiempo al silencio.
Nos cuesta tanto dejarnos ayudar.
La comodidad nos atrapa y nos paraliza.
Creemos más en nuestra fuerza que en la tuya.
A veces todavía nos asusta tu cercanía.
Conviértenos, Señor; conviértenos;
para que podamos abrirte la puerta,
para que podamos disfrutar y extender tu Reino.