Señor, después de tantos siglos, la codicia nos sigue cegando. En el mundo nos enfrentamos por herencias, por abrir nuevos mercados, por alcanzar más poder, por tener más dinero… Y estos enfrentamientos tienen su coste, no son gratis: se complica la vida de las personas más humildes, muchos inocentes mueren en guerras o intentando buscar una vida nueva, tantos ancianos y personas “poco rentables” se descartan, muchos hombres y mujeres pierden en sentido de la vida, se amordaza a quienes denuncian injusticias, el planeta se degrada…
Señor, ayúdanos a ser en el mundo fermento de una vida distinta, instrumentos de tu Reino de fraternidad. Danos la fuerza de tu Espíritu para unirnos a tantas personas que se ocupan de quienes más sufren, que trabajan gratuitamente, que anuncian que otro mundo mejor es posible, para nosotros y para las próximas generaciones. Amén.