Gracias, Padre, por nuestros templos,
y en los que podemos encontrarte;
espacios de reunión de la comunidad
y fuentes de donde brota la solidaridad.
Que respete y cuide nuestros templos de piedra
y acoja tu presencia en los templos de carne,
en mi corazón, en mi conciencia, en mi trabajo;
en el cuerpo doliente de los que sufren
y en el gran templo del universo, obra de tus dedos.
Amén.